21 julio, 2012

web_20120721_granadaLlegamos en torno a las 15 horas a la explotación en Granada. A., el granjero nos comenta que tiene previsto matar a un conejo esta tarde, de manera que nos cita a las 17 horas para hacerlo delante de nosotros.

A las 17 horas llegamos, y el conejo ya está fuera en un carro de la compra de supermercado. Es una coneja madre, la cual, según nos comenta, “ya no vale porque no se queda preñada”. Todo es muy rápido: A. agarra al animal de las patas traseras, y colgando le da varios golpes secos en la nuca hasta acabar con su vida. A los segundos, observamos que la coneja aún se mueve y, una vez en el suelo, continua estirándose durante varios segundos hasta que finalmente deja de moverse y sus ojos se cristalizan.

Ha sido una escena muy violenta, y a pesar de que ya habíamos presenciado la matanza de múltiples conejos, ésta ha sido especialmente perturbadora. Mientras estaba presenciando la escena, todo mi cuerpo ha empezado a temblar, acongojado ante las imágenes que estaban pasando ante mis ojos. He intentado disimularlo y el granjero no lo ha notado.

Siempre recordaré esos golpes que han acabado en cuestión de segundos con la vida de una madre que fue obligada a tener hijos para que luego se los llevaran de su lado, hasta que su cuerpo no ha podido más y le han arrebatado su vida con violencia.

Una vez muerta nos explica otros procedimientos para matar conejos, siempre sin aturdimiento: retorciéndoles el cuello hasta que se parte y se descuelga la cabeza, desangrándoles, sacándoles un ojo o degollándoles. Nos enseña por dónde debíamos cortarle el cuello al conejo para desangrarle y aprovechar su sangre mediante un corte a la altura del cuello.

Después del sacrificio charlamos un rato con él, comentándonos que en su opinión es una tontería tener que llevar un registro de las personas que entran y salen de su granja. Nos dice que él decide quién entra y quién no, y nos asegura que se fía de nosotros, ya que presupone que no hemos entrado en ninguna otra granja de conejos.

Tras finalizar la charla con el granjero acudimos a otra que se encuentra a escasos metros de la primera, una explotación que sufrió un incendio en noviembre de 2011, donde murieron abrasadas 300 conejas preñadas que en las siguientes semanas tenían que dar a luz a 4.000 conejos.

Observamos varias naves muy grandes. Algunos conejos muertos abandonados hasta que se descomponen entre los excrementos, crías aún sin pelo también muertas entre los excrementos, con las patas mutiladas y mordidas por sus madres. Vemos muchos conejos con varias zonas del cuerpo con calvas, resultado de los mordiscos que se dan unos a otros como consecuencia del estrés.