El matadero de conejos Capilla está situado en Gaibiel (Castellón). El veterinario nos enseña las instalaciones y la sala donde sacrifican a los conejos. El procedimiento del matadero es el siguiente:
Primero sacan a los conejos de las jaulas en las que están mientras son transportados en el camión y les meten en unas cajas de plástico abiertas por arriba y las apilan unas encima de otras. Posteriormente, van cogiendo los conejos uno a uno y pegan la cabeza en una gran placa eléctrica diseñada para aturdir al animal con una corriente de entre 80-110 V. En teoría les deja inconscientes a todos pero al utilizar el mismo voltaje para todos los conejos, los más grandes no suelen quedar bien aturdidos, y por lo tanto, son conscientes del paso siguiente.
Seguidamente se cuelga al conejo de las patas traseras y se le degüella cortándole la yugular (vemos como algunos siguen moviéndose y recuperan la consciencia pasados algunos segundos). “No somos racistas, matamos blancos, negros, de todo” es la expresión que utiliza un matarife mientras observa como su compañero degüella conejos. Las bromas entre trabajadores son constantes mientras grabamos toda la escena.
A continuación, dejan desangrarse a los conejos durante unos minutos y pasan a otra zona donde hay un trabajador que realiza varios cortes estratégicos en el cuerpo para arrancarle la piel más fácilmente. Después se cortan las orejas para arrancarle la piel desde la cabeza. Los conejos avanzan por otras máquinas que automáticamente les cortan las patas delanteras. Siguiendo el circuito se llega a una zona en la que terminan de quitarle la piel y pasan a un área en el que son eviscerados. Les sacan las entrañas y van avanzando hasta la sala de refrigeración que está a -3 grados, donde el cadáver alcanza los 2.7 grados. Las pieles se amontonan en varias cajas en otra sala, las cuales serán compradas por el mercado chino, pagando cada piel a euro y medio. Posteriormente “la canal”, así llamado al cuerpo del animal sin pelo y eviscerado, se empaqueta y queda listo para ser distribuido en la Comunidad Valenciana, Murcia y Almería.
La visita a este matadero ha sido muy impactante dado que era la primera vez que veía cómo mataban a un animal delante de mí. He presenciado muchas escenas violentas: he visto a los conejos cuando estaban esperando en las cajas. He percibido el miedo que tenían, se movían de un lado para otro, con las orejas hacia atrás y los ojos moviéndose rápidamente, buscando a sus compañeros y en estado de alerta.
He visto cómo el matarife les cortaba el cuello con un cuchillo afilado para ese propósito, y cómo algunos de ellos seguían moviéndose, conscientes de lo que les estaba ocurriendo. Se estaban muriendo y estaban sufriendo.
Una de las cosas que más me ha impactado es darme cuenta que los trabajadores del matadero no ven a los conejos como seres capaces de sentir, sino que son percibidos como un elemento más de su escenario laboral. Asumen cuál es su función y la desempeñan como autómatas.