Nos hallamos en la provincia de Zaragoza, lindando con Teruel, en la comarca del bajo Aragón. Comenzamos yendo a una granja en el municipio de Caspe, localidad con gran actividad cunícola.
Antes de entrar vemos el contenedor de animales muertos a la entrada y lo abrimos. Un olor horrible nos salpica la cara: miles de larvas y gusanos comiéndose los cuerpos de conejos muertos. Rápidamente cerramos pues el olor es insoportable. Uno de nuestros compañeros advierte movimiento dentro del contenedor. Volvemos a abrir y encontramos entre los conejos muertos y en proceso de descomposición un conejo vivo lleno de larvas. El conejo está intentando salir del contendor. Salta encima de los cuerpos y en cada salto remueve las larvas y los insectos que le suben por las patas. Es una imagen indescriptible, sabemos que ese conejo va a morir dentro de poco, seguramente de sed y de hambre.
Una vez dentro de las naves, el granjero nos confiesa que ese conejo tenía un problema intestinal, y como “no valía” porque está enfermo ha optado por darle un golpe en la cabeza con una estaca y tirarlo al contenedor vivo. “Les pegas con una tabla en la nuca y los dejas paralizados; le he echado ahí y digo, ya se morirá”- “ése se morirá porque le he desnucado, y ya se mueren; viven a lo mejor un rato, o todo el día…”.
En esta granja observamos muchos animales con heridas en patas, hocicos y orejas. Sobre el suelo de uno de los pasillos yace una cría sin pelo, muerta y sin patas. Uno de los granjeros nos advierte que la madre, a veces, al ver muerta a las crías se come partes de su cuerpo.
Después, un compañero accedió a la granja Jordán, de inseminación artificial, en el municipio de Fabara. En primer lugar se visita el centro de explotación de engorde, al cual no se permite el acceso a personal ajeno por razones sanitarias. Más tarde, se realiza la visita a las naves donde se encuentran los machos a los que se les extrae el semen. Es una nave pequeña y sólo hay machos.
El proceso es el siguiente: se coge a un macho que no ha sido entrenado y se emplea como cebo (previamente se les pasa una hembra que les estimule), éste es transportado de jaula en jaula agarrado por el lomo. Se mete dentro y agarrándolo de la cabeza le colocan en la posición idónea para que el macho realice el apareamiento en una falsa vagina que meten por debajo del conejo cebo.
El “maniquí”, como lo denomina A. (la dueña del centro) presenta una gran herida en el lomo, como consecuencia de los mordiscos de los otros conejos para montarle. En todo momento se queda quieto, resignado a hacer aquello para lo que vivirá durante dos años, hasta que ya no sea útil y utilicen a otro conejo para la misma tarea.